divendres, de setembre 28, 2007

EntreCuencayBarcelona,BaldosasyPuntos.



Siempre, pasando por Cuenca.
Y no porque Cuenca sea especialmente perfecta como ciudad, como sitio permanente en dónde poder desenvolverse.
Al menos para mí.
Tampoco lo es Barcelona, donde cada día se me hace más pesado vivir.
Quizá sea por que Barcelona está dejando de ser Barcelona, para ser otra ciudad.
Quizá porque Cuenca tuvo en ese momento todo el tiempo que no tenía Barcelona.
A la búsqueda de un lugar intermedio, me pierdo entre las baldosas de Carretería buscando ese tiempo y ese lugar.


Como todo y como todas, las ciudades son su gente. La permanente, la fluctuante, la temporal, la invisible, la visitante.
La no deseada, para saber qué deseas.
La oculta. La inevitable.
La que construyó todo. O a la que yo hice que construyera todo, siendo yo, quien construía también.
La que sigue siendo sin ser.
Pasados dos años, todos y todas ellas siguen siendo aquella foto que tomé.
Un punto de inflexión entre un antes y un después.
Un antes que no era nada y un después que sigue siendo nada.
Todo lo que son fue presente. Todo lo que son es un instante que construye todo el pasado, presente y futuro de ellas y ellos.
Cómo, sin existir siguen existiendo en mi presente.
Como construir todo sin tener nada.
Todo ese nada es todo acumulado en un punto en el tiempo. Rodeado por infinitas líneas que definen su futuro, que lo devuelven a su pasado.
Como el tiempo pasado en Cuenca, que se acumula en un resumen de fotos y letras.
En páginas de un cuento que se paró. Para retomar cualquier día.
Títeres y fines de semana siendo una sirena. Libertad para construir, una historia. Une tres palabras y construye un mundo.

Pasas, llegas, conoces, compartes, aprendes, observas, quieres, miras, miras, miras, opinas.
Pintura.
Aprendí a entender la pintura, una manera de mirar y tener pintura. Una manera de querer ver y descubrir pintura. Y con ella, voy.
Con la actitud, con la curiosidad.
¿Por qué clasificar la pintura por lo que parece ser y no por lo que es? (Sin que ese ser sea más, mejor o peor. Más verdad, más real. ¿En relación con qué?)
¿Por qué por lo que sólo significa en superficie y no en su proceso?
¿Por qué por lo que sólo sabemos reconocer?
¿Por qué la pintura no puede ser más que un cuadro?
Preguntas que me llevan a Cuenca.
Preguntas que ahí respondí.
Paseo por Cuenca. Detener el tiempo para rescatar todo lo que quedó ahí parado.
Empaquetarlo y desenvolverlo aquí en Barcelona, fue un largo proceso. Un largo tiempo. Dónde casi nada encajaba. Dónde casi ningún pedazo de mí encajaba en todo aquello que dejé.
Pintura, que se mueve pero no existe.
Cuenca significa más de lo que no es, que de lo que fue.
Cuenca tiene más de lo que aquí hay, que de lo que ahí había.
Cuenca podría ser cualquier otra ciudad, una pequeña etiqueta para abrir un libro, un título que no puede recoger todo lo que ella es. Porque Cuenca es ella y el doble de lo que no es.
Cuenca se quedó en una foto, en un relato. A su vez, Cuenca es mi día a día de Barcelona, del mar, de mis puntos en el mapa que se convierten en límite lineal.
Cuenca hacía más presente ese punto en el mapa.
Mirar a la gente perdida en las esquinas, transformándose en un punto sobre el mapa.
En la esquina, donde los destinos se unen para ser uno, donde los problemas se solucionan en uno.
Replegar la línea en un punto.
Trazar líneas al andar y convertirme en punto al elevarme sobre el papel.
Me gusta convertirme en punto, en línea limite al mar.
Mapas.